La pandemia mundial y sus consecuencias están agobiando a la clase trabajadora, a los explotados y al pueblo oprimido. Es la parte de la población mundial más afectada por la pandemia y, al mismo tiempo, la más comprometida con proteger la salud de todos.
El sistema estatal y capitalista está mostrando con más claridad sus debilidades y contradicciones. La aceleración de los procesos autoritarios que se lleva a cabo a nivel mundial tiene como objetivo defender el poder, los privilegios y los beneficios de las clases dominantes.
En varias regiones del mundo asistimos al deterioro de las condiciones de vida y de trabajo de cientos de millones de personas. El acaparamiento de los recursos naturales está en marcha y los bienes esenciales, como la tierra y el agua, se concentran cada vez más en las manos de los grandes propietarios. Pocas grandes empresas en diferentes sectores como el comercio electrónico, la tecnología, los medios de comunicación, los productos farmacéuticos, el comercio minorista y la industria automotriz prosperaron durante la pandemia ganando cientos de miles de millones de dólares. En muchos países el presupuesto militar ha ido en aumento y las tensiones bélicas entre estados se están exacerbando en un concierto creciente de propaganda racista, fascista y nacionalista.
Los gobiernos de todo el mundo están reforzando las agencias de seguridad, tanto para controlar y reprimir más a la población, como para ampliar el poder de las fuerzas policiales. Mientras tanto, la población segregada está viviendo la situación actual en la privación total, en Gaza como en los guetos de las grandes ciudades, o en Lesvos, en los campos de detención para inmigrantes y en las prisiones de todo el mundo. A menudo, los gobiernos utilizan las medidas para prevenir la infección por coronavirus para atacar a los movimientos de lucha.
En todos los rincones del mundo hay formas de resistencia. Estos movimientos de lucha en algunos casos no sólo están resistiendo al endurecimiento de las políticas autoritarias, sino que están tratando de crear una alternativa. Estamos con los pueblos que se rebelan en Estados Unidos contra el racismo y la policía, o en Nigeria contra las fuerzas especiales de seguridad, en Francia contra un nuevo estado policial, contra la violencia del genocidio y la represión hacia el pueblo mapuche en Chile. Estamos con aquellos que luchan contra la dictadura en Turquía y Bielorrusia, o contra los regímenes autoritarios en Tailandia e Indonesia. Donde está presente el movimiento anarquista es parte activa de estas luchas. En varias regiones del mundo, los anarquistas están comprometidos a diario, defendiendo los espacios de libertad, apoyando a los trabajadores en huelga, construyendo redes de solidaridad y ayuda mutua para hacer frente a la pobreza, la violencia de género, la inaccesibilidad a los equipos de protección y el tratamiento médico.
Ahora más que nunca es necesario fortalecer la dimensión internacionalista del anarquismo, para hacer frente a los procesos autoritarios en curso, para relanzar una perspectiva revolucionaria en un mundo que el capitalismo y el estado llevaron al colapso.